sábado, 26 de abril de 2008

América. Diálogos con la Piedra

América: diálogos con la piedra. Apunte III

Piedra en la piedra, el hombre, ¿Dónde estuvo? Aire en el aire, el hombre ¿Dónde estuvo? Tiempo en el tiempo, el hombre ¿Dónde estuvo?
Pablo Neruda.

Caballuta mana apis Burritapi púrey cani, castillata mana jacjas quichua llapi cántaj cani.
(Yo no teniendo caballo, el burrito suelo andar no sabiendo castellano, en quichua suelo cantar)

América tuvo palabra escrita desde tiempo inmemorial. Por lo general los registros gráficos y las formas de escritura de los antiguos indígenas argentinos y también en general para todos los indígenas de nuestra América es un tema tratado entre paréntesis.
A pesar de ello, se encuentran numerosas formas de representación grafica y de pre-escritura, por lejanos que sean, entre los aborígenes americanos. Rajaduras en la memoria de aquellas comunidades nos permiten recrear las numerosas formas de escribir, cuya difusión en ele continente fue mayor de lo que se supone.

Junto con las pictografías propiamente dichas, se desarrollaron formas alternativas de escritura jeroglífica en América del Sur hasta bien entrado el sigo XX.
El investigador Dick Ibarra Grasso las registra entre los indios Cuna de panamá, de la familia Chibcha, entre los Motilones de Colombia y Venezuela; entre los indios Pano de la región selvática peruana y en la zona andina de Bolivia y el sur de Perú, donde en 1940 este investigador tuvo la sorpresa de descubrirla, en pleno uso entre miles de indígenas.
En toda América existen abundantemente pinturas y grabados rupestres los más antiguos de los cuales se remontan posiblemente a la cultura de nuestros primeros cazadores con punta de lanza; igualmente algunos objetos muebles grabados, como huesos de mastodonte con figuras grabadas de otros animales. Luego, las manos pintadas que aparecen en la Patagonia y en Bolivia. Pero en esto no nos hallamos ante escrituras, por primitivas que sean, sino ante expresiones mágicas y artísticas cuyo valor podemos comprender, más o menos, pero de ninguna manera leer.
Se deben a A. Pedersen los descubrimientos que permitieron recuperar buena parte del acervo pictográfico de nuestro país. Este científico se abocó preferentemente a antiguas pinturas en las sierras de Córdoba, de distintas fechas, calcándolas con todo detalle y reuniendo varios centenares de metros de ellas. También en Neuquén halló hombres montados a caballo, aparentemente en períodos precolombinos. Esta serie de petroglifos y pictografías corresponden a pinturas y grabados de tipo paleolítico donde los rasgos naturalistas de representaciones de animales abundan.
Desde el neolítico en adelante aparecen otro tipo de representaciones. Ahora el elemento será fundamentalmente geométrico y a veces complicado. En ello se ah querido ver muchas veces formas de escritura, pero los signos aparecen dispuestos en forma irregular o arbitraria, y nunca en líneas.
Ibarra Grasso considera que “las verdaderas escrituras por primitivas que sean, se disponen en alguna forma de líneas, merced a la cual ya es posible hacer una verdadera lectura continuada de ellas, pero, al meno, en la Argentina precolombina, no conocemos ninguna pictografía ni petroglifo que lo presente, y en el resto del continente sólo hemos visto dos o tres pictografías con signos ordenados en líneas...No se pueden leer, auque si interpretar...”

América del norte: Palabras de hueso, marfil y cuero.
Una de las expresiones notables de la escritura jeroglífica en América del Norte ha sido la que practicaban los esquimales en zonas alejadas del Ártico. Es un sistema de escritura verdaderamente jeroglífica. Consiste en grabados sobre hueso o marfil de morsa de modo que por la misma naturaleza del material, las figuras quedan ordenadas en líneas rigurosas, que a veces se extienden en zig-zag sobre uno y otro lado del objeto, pasando pro sus bordes; también hacen lo mismo sobre hueso. Las actitudes de las figuras están relacionadas con el lenguaje de gestos que los esquimales utilizan para comunicarse entre sí cuando están a distancias que no alcanzan la voz.
Las escrituras jeroglíficas de los Pieles Rojas son muy distintas. Las formas más primitivas no son verdaderas escrituras sino cuadros donde se han representado escenas.
Los verdaderos escritos tienen signos dispuestos en líneas, todos en un mismo tamaño o poco menos y se leen en forma seguida en tanto que en los cuadros hay que interpretar el conjunto. El material en que se escribe es principalmente el cuero y al madera. Los mismos signos se usan en pinturas corporales. Como se hallaban ejecutadas sobre materiales muy poco resistentes no han quedado muestras de sus formas más antiguas. La forma principal de difusión de estas escrituras suponemos sea el haber sido llevadas por las sociedades secretas de guerreras y hombres-medicina que las utilizaban unos para recordar sus hazañas y otros para recordar sus recetas. Hay cantos mágicos, de medicina principalmente y los llamados calendarios históricos o cuentas de invierno, es decir una especie de historia de los acontecimientos pasados donde cada año, está representado por el suceso principal ocurrido en él, también hay verdaderos relatos como el de Walam Olam (cuero rojo), donde una tribu algonquina ha perpetuado el relato de su origen mitológico.

América central: palabras de piedra y papal.
En América Central los Aztecas y otras comunidades lingüísticas como los Tlaxcatltecas, los Tarascos, los Mixtecas y los Zapotecas y los Zapotecas empleaban una escritura jeroglífica más compleja que las anteriores.
En Monte Albán, se desarrolló la civilización Zapoteca durante el periodo clásico en el territorio mexicano de Oaxaca. Aquí se hicieron, quizás los ensayos de la primera escritura de Mesoamérica, pero su desarrollo estaba supeditado a sus necesidades religiosas exclusivamente. Se han descubierto algunas estelas talladas en bajorrelieves con figuras y jeroglíficos, así como abundantes recipientes y urnas funerarias de cerámica.
Los Aztecas desconocían la escritura silábica y fonética, pero usaron los ideogramas. Pintaban sobre tela de algodón, cueros de animales y una especie de papel obtenido de la fibra de maguey. Los dibujos muy simples representaban con signos convencionales hechos y lugares. Abundaban las leyendas mitológicas y los cantos populares; conocían la escultura, pues sabían tallar la piedra para ornamentar palacios y templos. Los ídolos representaban figuras humanas ornamentadas con figuras de animales.
Quedaron testimonios invalorables de su representación del mundo y sus cosmogonías. El colosal monolito conocido como Calendario Azteca de 3,6 m. de diámetro con profusión de símbolos representados como Calendario Azteca fue encontrado accidentalmente bajo el pavimento de la Plaza Mayor de México en 1790. Habiendo sigo grabado alrededor de 1749, su relieve en basalto resume el saber astronómico.
La Piedra de Tizoe, de forma circular, es un monumento circular de 2,65 m. de diámetro que describe las hazañas del guerrero Tizoe. También es de destacar un monolito de enormes dimensiones dedicado a Coatlicue, diosa de la tierra y de la muerte y la Oceloti-Cuauhxicalli, escultura en piedra con forma de jaguar.
Los códices aztecas son cuatro. Aparte de la beileza de algunos como el del Museo Arqueológico de Madrid, tienen una primordial importancia histórica. Otros códices existentes, aunque posteriores a la conquista, contienen miniaturas de artistas indígenas y son en todo caso, copias de textos anteriores. Entre ellos el del fondo del bibliófilo Magliabechi que está en la Biblioteca Nacional de Florencia donde se registran valiosísimas informaciones acerca de ritos y usos religiosos y civiles de los Aztecas. En el manuscrito de 1565, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid hallamos figuras de conquistadores, además de escenas de la vida indígena.
Fray Diego de Landa fue un franciscano español que llegó como misionero a Yucatán en 1549, aprendió la lengua maya y escribió la segunda gramática española en ese idioma. Su actitud hacia esta cultura aborigen se caracterizó por la ambigüedad: por una parte ordenó el auto de fe de Maní en que se quemaron valiosos documentos y códices mayas; por otra parte escribió una importante y minuciosa “Relación de las cosas de Yucatán”
De sus escritos puede deducirse incluso que los Mayas habían escrito libros que contenían notas de carácter histórico. Lamentablemente ninguno de estos libros llegó hasta nosotros. Al parecer se trataba de libros ceremoniales, llenos exclusivamente de invocaciones, rituales y fórmulas adivinatorias. A este tipo pertenecen los tres códigos que se salvaron. Son el Codex Dresdensis, descubierto en Viena en 1730 y transferido a la Biblioteca de Dresde, el Codex Tro-Cortesianus, compuesto en dos partes halladas en España en épocas y localidades distintas y el Codex Peresianus que se encontró junto con viejos mapas en la Biblioteca Nacional de Paris, en 1850.
Sobre la base de la interpretación, más corriente el Codex Dresdensis resulta esencialmente un tratado de astronomía, con tablas para computar los eclipses solares y los ciclos venusinos basados en el sistema de numeración vigesimal; el Tro-Cortesianus es un texto de adivinación, que contiene las fórmulas que usaban los sacerdotes para los horóscopos y el Peresianus es un manual litúrgico.
Los materiales de soporte eran el cuero y rollos de un tipo de papiro que permitían guardar los textos en forma de biombo en vez de enrollarse como los pergaminos. A los signos jeroglíficos se les adicionaban signos fonéticos se aproximación y, en conjunto, la escritura por superposición de elementos, detalladamente pintados, buscaba la acumulación de más ricos significados sobre un mismo punto en lugar de distribuirlo en varios signos.
La escritura de los antiguos mayas es diferente a todas las anteriores ya que el desarrollo de sus signos muestra una mayor elaboración. Es casi enteramente ideográfico, aunque con presencia de caracteres fonéticos. Su unidad primordial es el grifo que se constituía por la unión de varios signos menores colocados en un marco.
Los expertos distinguen entre cuatro y cinco etapas en el desarrollo de este sistema de escritura que van desde el grito totalmente convencional hasta diseños de un carácter cada vez más naturalista y hacia el final de una realismo marcado. La escritura hieroglífica (signo sagrado) la utilizaban sólo los sacerdotes desde el comienzo hasta la última decadencia ya que fue entre los mayas que habían abandonado las ciudades donde se hallaron conservados por generaciones los códices de papel maguey.
Emplearon la escritura en tres materiales y para fines distintos: en piedra para los edificios y estelas; en los códices, hechos con signos a pincel y en la superficie de los vasos cerámicos. Quedan res libros que se pliegan como los de los Aztecas y uno de los testimonios más antiguos se encuentra realizado en piedra, fruto de la tradición Olmeca. Junto con los tres manuscritos lo que hoy se sabe de esta escritura proviene de las estelas esculpidas en los templos que presentan inscripciones, adornos cincelados en hueso o metal y numerosos trabajos realizados en cerámica.
Los grifos mayas más antiguos parecen corresponder a la lengua que se hablaba en los altiplanos, mientras que los valores fonéticos de estos signos presentan relaciones con el idioma maya de las llenuras hacia el año 200 d.C., al que se remiten jergas que actualmente conservan sus descendientes. En los códigos aparecen jeroglíficos fonéticos más recientes, que corresponden a la lengua en uso en el Yucatán, poco antes de la conquista española.
El uso que hicieron los Mayas de grifos ideográficos es complicado probablemente a raíz de la dificultad en lograr una representación fiel, exige notables ejercicios de analogía, cuando se trata de descifrar los códigos.
Una figura femenina amasada en terracota y hallada hace un tiempo en Jaina, muestra a una mujer que parece disponerse a escribir con los materiales que lo hacían los Mayas. El papel se obtenía de la corteza de un árbol llamado copo que se deshacía, se apretaba con caucho y se prensaba después. La larga tira se revestía con una fina capa de cal.

América del Sur: palabras fragmentadas.
Los tipos de escritura circunscriptos al área sudamericana han dado ricos y abundantes testimonios desde los indios Cuna de Panamá hacia Venezuela. Es un tipo de escritura jeroglífica semejante a la de los Pieles Rojas. Se escribe sobre un tipo muy rústico de papel y a veces se hallaban grabaciones en madera. De signos muy sencillos y esquemáticos este sistema permitía anotar recetas mágicas de los hechiceros, canciones mágicas de los mismos y algunos relatos.
Un segundo tipo se le atribuyó a los indios Chaké del occidente venezolano. Se representaba sobre un tipo de papel rudimentario, telas o maderas pulidas. Se utilizaba fundamentalmente para enviar mensajes y sus dibujos eran de tipo naturalista muy estilizado: antropomorfos, ornitomorfos o geométricos.
Entre los Guaraníes de Paraguay usaban un sistema más rudimentario para trasmitir mensajes por medio de series de huesillos, piedrecillas y maderas seriadas.
Según el investigador de la cultura guaraní, Moisés Bertoni, este sistema trataba fundamentalmente de representar “las ideas mediante pequeños objetos: estos objetos consistían en semillas, piedrecillas, dientes, fragmentos de cosas, una multitud de pequeñeces que para ellos tenía un significado preciso. Según lo que se deseaba comunicar se reunían los objetos convencionales y se enviaban. El que los recibía los agrupaba de cierto modo sobre el suelo y los interpretaba. El transporte de los objetos se hacía en una bolsita de piel que llevaba un individuo reconocido como incansable y hábil corredor”.
Hacia 1940 Ibarra Grasso halló a orillas del lago Titicaca, el Bolivia, en pleno uso entre miles de aborígenes una escritura jeroglífica escrita sobre papel, en cuero, es arcilla y en piedra. Esta escritura es sobreviviente de tiempos anteriores al período incaico y no se han registrado más que tablillas de piedra de la época precolombina. Los escritos en arcilla constituyen algo poco común. Los signos se encuentran, cada uno modelados independientemente y pegados sobre un disco o tablón de arcilla, en forma que queden parados. Los escritos en cuero se trazan con el jugo de los frutos de una planta solanácea llamada ñuñumaya en aymará que, al secarse, adquiere un tono oscuro como si se hubiera quemado el cuero con un hierro caliente.
Los escritos en piedras son grabados. El material con que se escribe hoy en papel es anilina común. Un simple palito sirve de lapicera. Esta escritura no parece relacionada con la cultura incaica, pero en cambio existe una serie de informes según la cual el inca Pachacutec la habría prohibido, mandando a matar a quien la usase. Así y todo, tanto en quechua como en aymará permaneció el vocablo “quillca” refiriéndose una antigua escritura jeroglífica preincaica que se escribía sobre un especie de papel hecho con hojas de plátano. No hay ningún dato directo del uso de esta escritura en el territorio argentino, pero existe al sur del Potosí, al lado de la frontera argentina, de modo que parece que actualmente se encuentre en uso en algunos lugares de la provincia de Jujuy al menos.
El idioma oficial de los Incas era uno de los más ricos y armoniosos del continente. Se denominaba quechua y, si bien carecía de escritura y no era general el uso de jeroglíficos o caracteres simbólicos, empleaban los quipus o quipos que eran manojos de cuerdas anudadas, formadas por un cordón central con hilos de varios colores que expresaban ideas y nudos que servían a los Incas de escritura o de archivos numéricos. El quipucamayoc era el poseedor del secreto para descifrarlos. Aún así, tanto en al escritura como en la ornamentación y la estatuaria, se hallaban en nivel inferior a los Aztecas y Mayas.
No fueron ellos los únicos en conocerlos sino que buena parte de la América precolombina los tuvo a mano para distintos usos. La mayor parte de los pueblos agricultores conoció a la perfección su empleo.
Continuamente se utilizaban para llevar distintos tipos de contabilidades y operaciones numéricas. Ibarra Grasso cita el uso que se les da en la isla Cumana del Lago Titicaca y en la provincia Chayanta, al norte de Potosí donde se llevaba la cuenta “de los ganados, al cantidad de frutos cosechados y la cuenta de los días anotando semanas y meses según nuestro calendario”.
El mismo autor comenta que hace unos años, en el “Museo de Tacuarembo, Uruguay existían varios quipus hechos de cuero y llenos de marcas cortadas, son como una especie de mano de cuero con una docena de tiras colgantes en cuyos costados se han hecho marcas para contar ganado”.
Más adelante explica que “los quipus han sido usados tanto por los Araucanos (que los llamaban “pron”) como por los Guaraníes, los Caribes del litoral venezolano e incluso los Toltecas de México (antes de asumir la escritura jeroglífica).
El llamado “wampun” de los Pieles Rojas orientales consistían en un conjunto de conchas de colores ensartadas en hilos, a veces cosidas sobre una tela o entretejidas con sus propios hilos para formar una especie de cinturón, aparece la más de la veces como un simple quipu y otras como reuniendo en sí caracteres de una escritura jeroglífica.
El quipu de los Incas también era usado por las tribus de la región andina y del litoral peruano anteriores a ellos, el los ejemplares que se salvaron de la destrucción de la conquista, sobretodo en las tumbas de la Costa. Los que se han traducido llevan contenidos numéricos basados en el sistema decimal de la lengua quichua y ordenados de mayor a menor. Contienen cifras calendáricas, similares al calendario maya, análogo incluso al egipcio.
Los profesores bolivianos José de Mesa y Teresa Gibert encontraron no hace muchos años un uso actual entre los indios Chipayas de Oruno: anotar los rezos católicos. Su uso es exclusivo de las mujeres y contienen –en parte al menos- palabras y números. Si bien no han llegado hasta nuestros días hay algunos datos históricos del uso de los quipus en las provincias del noroeste, casi siempre atribuidos a la influencia incaica pero se presume que ya existiesen antes allí.
América guarda en sí una riquísima tradición de materiales y contenidos escriturales, apenas bocetados aquí. Herramientas de escritura que grabaron sobre papel, la piedra o el cuero momento de espanto, alegrías o informaciones administrativas.
Emprendimientos heroicos o grandes claudicaciones. Sueños colectivos o rezos íntimos en las formas precarias o plenas que alcanzó su dimensión religiosa. En todas late el espíritu del hombre y su Creador.

Muchas Gracias a Ana Loscalzo que lo mandó dos veces y a María E. André que lo tipeo.
Chicos: Sin Uds este proyecto de Blogger no hubiese sido posible, les estaré eternamente agradecida a los dos cursos que son maravillosos

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